Y especialmente para Jenny <3
Mi niña, nunca dejes de volar, si necesitas alas nuevas... ¡Cuenta conmigo!
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“Y que en el más tórrido mes de Agosto pueda desatarse una tormenta, como en el más común destino puede cruzarse el diablo.???
Los tañidos de las campanas desde lo alto del imperioso torreón le indicaban que armoniosamente llegaba la cuenta atrás acompañada de la oscuridad inmensa de la noche. El frío viento corroía sus entrañas, y hacía que mil escalofríos espantosos recorrieran su espalda. Su cuerpo tiritaba mientras el aguacero la empapaba, más todo aquello no le importaba en absoluto. ¡No! Su mente kamikaze sólo volaba intrépidamente hacia los más sinuosos recovecos de la fantasía, intentando evadirse de la realidad. Desde el pie del campanario nada se podía ver, excepto la continua cortina de agua y los vahos que salían de su boca. Sus suspiros se hacían más intensos, el pecho comenzaba a arderle por el dolor que le provocaba el helor, que era como cien estacas atravesándole el tronco.
Sola estaba, sola quería estar. No necesitaba más que la soledad y el trocito de cordura que le quedaba.
Advirtió que su piel se había erizado como escarpia, y que su alrededor se cubría de una leve capa de escarcha, mas ese agresivo frío la ayudaba a encontrar serenidad. Necesitaba que el dolor físico fuera mayor que el psicológico para percibir que tenía el control de la situación, para recapacitar, para sumergirse por completo en la fuente de todos sus males: sus recuerdos.
Y entonces se perdió por las inquietantes calles de su memoria.
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“No llores, por favor, no lo hagas. Te ves muy fea así…
No te preocupes… te juro que no dolerá. Te gustará, disfrutarás viendo mi placer… Aunque no quieras…
No puedes derribarme… ¡Angelito! Soy más experto que tú. Tu magia apenas puede rasguñarme…
Bah… ¡No tengo miedo a nada! ¡Si ni siquiera sabes mi nombre!... ¿Gero? Jajá, no me hagas reír…
Te ves tan vulnerable en mis brazos, tan indefensa, y tan alterada a la vez… Sí, déjame morderte entera… ¡Me enloqueces! No puedo dejarte escapar… No me llores, por favor, ¡es tan ridículo!
Deja de comportarte como una niñata, te voy a hacer mujer, ¿por qué no sonríes? Deberías estar feliz…
¡No patalees, no me empujes, no apartes mis labios de tu cuerpo! ¡Ni mis manos, ni mi propio cuerpo!
¡Ais! ¡Lo siento muñeca! Te advertí que no lo hicieras. ¿Sientes vergüenza? ¡Por dios, no seas idiota!
Estoy cansándome de andar con rodeos, ahora no te daré oportunidad para que seas buena, te lo has buscado… Vas a conocerme de verdad.
¡Oh sí! ¿Lo notas? ¿Lo notas verdad? Está demasiado prieto… Pero aun así no consigues hacerme daño, al contrario, me excita más… Déjate llevar… Cuánto más luches, más me encederás… ¿Sientes como ardemos juntos en la misma hoguera? ¡Me estás haciendo feliz! ¿No lo ves? ¡Disfrútame nena! No grites…
Vuelves a llorar de nuevo… Maldita… ¡No pueden oírnos! Lo siento, pero tus empeños en estropearme la puta noche sólo hacen que todo esto sea más divertido…
Desde hoy, y para siempre, serás mía… “
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Consternado y preocupado por la desaparición de su hermana menor, Blaise Zabinni divagó veloz como un potro por las húmedas calles del lugar, que en aquella sombría noche se veían más fantasmagóricas de lo habitual. Inconscientemente ya sabía dónde dirigirse, sabía de sobra que el campanario era el lugar que más frecuentaba cuando Estrella buscaba la calma y la serenidad en la soledad. Y es que, al parecer de Blaise, su hermana andaba en las últimas semanas un tanto enloquecida y perturbada. “Serán cosas de la edad???, había asegurado su madre, sin embargo él estaba bastante preocupado.
Avanzó bajo la tormenta mientras la lluvia le empapaba el cabello negro como el ébano. Le costaba ya que el camino al campanario era escarpado y abrupto, y el temporal no favorecía en absoluto. Divisó el torreón del campanario a lo lejos, pero no la silueta de su hermana. Desalentado corrió desesperado, hasta lograr ver lo que antes no podía.
Encontró a su hermana tendida en el suelo, aparentemente inconsciente, y ofuscado en la idea de sacarla de allí la agarró en brazos y la tomó con cuidado. La chica despertó al notar el roce de sus manos y sobresaltada, sin reconocer a quién la llevaba tomada, comenzó a gritar y a intentar desatarse. Su hermano, asustado, la zarandeó gritando su nombre y la agarró de la cara haciéndole ver quién era. La muchacha se calmó poco a poco al reconocer la mirada azul cristalina de su hermano.
Él, con suavidad y delicadeza, secó las frías lágrimas que se habían desprendido de los verdes y almendrados ojos de ella, la observó sobrecogido, y la abrazó sin soltarla un segundo, inquietado y sofocado por lo ocurrido.
- ¿Qué diablos te sucede?- preguntó al fin con la voz quebrada.
Su hermana le miró vacía, su rostro mustio no varió para nada, y sin más se derrumbó en los brazos de su hermano y se echó a llorar.
Ella miró el reloj en lo alto de la torre, y al fin pudo descifrar en la oscuridad la hora que marcaban las agujas.
- Las doce y cuarto…- pensó Estrella- Se cumplió un mes…
Blaise volvió a tomarla en brazos, y así la llevó de vuelta a casa, donde sus padres la esperaban desquiciados.
La tormenta otoñal no amainó y acompañó el clima también durante el día siguiente, que pintaba las calles de un color marrón-grisáceo por el barro de la lluvia. El fuerte viento había hecho que las hojas de los árboles caduca se volaran, dejándolos totalmente desnudos. Aquel paisaje borrascoso acompañaba a la perfección los sentimientos de Estrella, que observaba con la mirada perdida a través de la empañada ventana como el agua discurría por pequeños regueros en su jardín.
Tenía el cabello castaño claro totalmente enmarañado y apagado, cayéndole por los hombros de manera desordenada. Su rostro dibujaba una ausencia insólita de espíritu, su cuerpo parecía haber perdido todo su calor.
Cuando ella se encontraba ensimismada en sus pensamientos interiores, alguien llamó a la puerta, sobresaltándola y sacándola de su fuero.
Se giró hacia la puerta mientras ésta se abría cautelosamente y mostraba tras ella a una mujer menuda de cabello dorado junto a su hermano.
La mujer, sin esperar ni una palabra, se abalanzó sobre la chica, abrazándola fuertemente, mientras Estrella miraba fijamente los ojos azules turquesa e imperturbables del Blaise, que refulgían en rabia y dolor. De repente Estrella creyó atisbar una lágrima cayendo de los ojos de su hermano.
Al fin, Angie, la madre de los muchachos, alzó la cabeza del hombro de su hija y se separó, Blaise se quedó apoyado en el marco de la puerta y Estrella se quedó mirando el suelo delirante.
- ¿Por qué lo hiciste?- preguntó su madre con la voz crispada.- ¿Por qué escapaste? ¡Podía haberte atacado cualquier criatura!
Estrella volvió a desviar la mirada hacia la ventana, enmudecida, sin dirigir una palabra a nadie. Su mente voló de nuevo hacia el recuerdo, haciendo que sintiera el dolor de finas agujas cargadas de veneno clavándosele en el pecho.
Angie se dio cuenta de que no conseguiría nada interrogándola, no lo había conseguido en las anteriores ocasiones, tampoco lo iba a conseguir en ese momento, así que se limitó a acariciar el cabello de su hija, besar su frente, y darle alentadoras palabras de ánimo. Estrella levantó la mirada por primera vez en el día, sus ojos verdes se estaban volviendo ambarinos a causa del llanto.
Angie no sabía qué hacer, desde hacía un mes que Estrella se comportaba de aquella forma, y lo peor de todo es que nada podía hacer pues ni siquiera conocía el motivo. Quería pensar que todo sería algo circunstancial, asociado a la adolescencia y a las hormonas, y que acabaría pasando. “Un mal pasajero??? o cómo decían tanto su marido como ella “La edad del pavo???. Le dedicó una pequeña sonrisa que Estrella no pudo devolver con los labios pero sí con la mirada. Se dio por satisfecha con aquello y junto a Blaise abandonó la estancia.
Y pasaron las horas en aquella habitación oscura de paredes grises, y Estrella seguía perdida en la ventana, observando el exterior desde la burbuja que era para ella su habitación, y sin querer le llamó la atención cierto personaje de la calle que no pudo identificar. Un muchacho de cabello moreno muy brillante andaba por la calle de enfrente cargado con cajas, siguiendo a un chiquillo que parecía tener unos cuántos años menos que él.
Y casi sin darse cuenta, Estrella había penetrado en una historia totalmente diferente a la suya…[/center]